Detrás de cada dificultad hay un aprendizaje por Torcuato Manzo Henríquez, PCC

Hay eventos de la vida que en el momento en el cual ocurren no pueden ser explicados. Nos preguntamos ¿por qué me pasa esto?, ¿por qué a mí?, ¿qué he hecho para merecer esto? En especial cuando dichos eventos traen asociado algún sufrimiento.

Viktor Frankl, psiquiatra que estuvo en un campo de concentración nazi y salió fortalecido y con grandes enseñanzas que transmitir, nos dice que todo sufrimiento tendrá algún sentido en la medida que deje un aprendizaje, de lo contrario habrá sido en vano. Está claro que el sufrimiento dependerá de la actitud que tengamos frente a las circunstancias que rodean a esa situación. Y el aprendizaje vendrá como consecuencia de reconocer el enriquecimiento personal que nos deja la situación vivida.

Esa gran resiliencia que tuvo Frankl durante la permanencia en el campo de concentración se parece bastante a la que los venezolanos estamos demostrando que somos capaces de tener.

La resiliencia, puede ser vista, como la capacidad o aptitud que poseen algunos individuos para superarse de una adversidad. No obstante, muchas veces el individuo desconoce que tiene dicha habilidad y la descubre cuando se encuentra en una situación dura, en la cual logra tener una fuerte actitud de superarse y seguir adelante. Quiere decir que la resiliencia es sinónimo de fortaleza, invulnerabilidad, resistencia, entre otros.

La resiliencia en el ámbito de la psicología es la capacidad de una persona para hacer frente a sus propios problemas, superar los obstáculos y no ceder a la presión, independientemente de la situación. Es la capacidad de un individuo para sobreponerse a períodos de dolor emocional y traumas. Se corresponde aproximadamente con el término «entereza».

En momentos muy difíciles, un personaje como Frankl nos preguntaría ¿qué más puedes hacer que no hayas hecho hasta ahora?, o ¿qué es lo que solamente tú puedes hacer, y por lo que debes mantenerte aquí y salir fortalecido para hacerlo cuando todo esto ya haya pasado? Es simplemente encontrarle sentido al sufrimiento, es saber que detrás del mismo existe un aprendizaje y que si lo descubro habrá valido la pena el sufrimiento.

Si permito que las circunstancias me absorban, o me diluyo en los problemas cotidianos pierdo la perspectiva de la situación. Y para ilustrar mejor lo dicho previamente les dejo algo escrito por el Jesuita Anthony De Mello: “… Propongo a tu consideración la siguiente parábola de la vida: un autobús cargado de turistas atraviesa una hermosísima región llena de lagos, montañas, ríos y praderas. Pero las cortinas de las ventanas del autobús están cerradas, y los turistas, que no tienen la menor idea de lo que hay afuera, se pasan el viaje discutiendo sobre quién debe ocupar el mejor asiento del autobús, a quien hay que aplaudir, quién es el más digno de consideración… Y así siguen hasta el final del viaje”.

Es evidente que somos seres humanos y que “nuestros egos” están vivos. Es natural y saludable tener aspiraciones, pero no podemos permitir que ellas nos roben la oportunidad de disfrutar el momento presente, o nos hagan tan egoístas que nos olvidemos del otro, quien puede verse afectado por nuestras acciones.

Quiero finalizar este artículo con una anécdota que me dejó una gran enseñanza:

“Un campesino, que tenía muchas dificultades, poseía dos caballos para los trabajos de su pequeña hacienda. Un día, su empleado le trajo la noticia de que uno de los caballos había caído en un viejo pozo abandonado. El pozo era muy profundo y sería extremadamente difícil sacar el caballo de allí.

El campesino fue rápidamente hasta el lugar del accidente, y evaluó lo ocurrido, percatándose que el animal no se había lastimado. Pero, dada la dificultad y el alto precio para sacarlo del fondo del pozo, pensó que no valía la pena invertir en la operación de rescate. Tomó entonces la difícil decisión de decirle al empleado que sacrificase el animal tirando tierra en el pozo hasta enterrarlo, allí mismo.

Y así se hizo. Comenzaron a lanzar tierra dentro del pozo de forma de cubrir al caballo. Pero, a medida que la tierra caía sobre el animal este la sacudía y se iba acumulando en el fondo, permitiéndole al caballo ir subiendo. Los hombres se dieron cuenta que el caballo no se dejaba enterrar, sino que usaba la tierra para subir hasta que finalmente consiguió salir.

Si estás “allá abajo”, sintiéndote perdido y sin saber qué hacer, y otros lanzan tierra sobre ti, recuerda al caballo de esta historia. Sacude la tierra y sube sobre ella”.

Me atrevo a afirmar que por más tierra que nos lancen nada nos puede alejar de nuestra esencia solidaria, de nuestro espíritu alegre y optimista, de ser ese soñador que somos, y en definitiva de hacer de este momento un espacio de preparación para momentos mejores que están por venir. Y recuerda que Dios sólo da tres respuestas a nuestras peticiones: 1. Si, 2. Todavía no, y 3. Tengo preparado algo mejor para ti.

Escrito por PCC Torcuato Manzo Henríquez

Coach Organizacional y de Equipos. Coach PCC de la ICF

Ingeniero Químico, Formador, Conferencista y profesional con amplia experiencia gerencial en diversas organizaciones

Autor del libro “Tu Liderazgo

Ex vicepresidente y miembro activo de ICF Capítulo Venezuela

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